Una Dama en la Oscuridad

En una noche calurosa de verano, cerca de una estación de gasolina, dos sujetos bajaron de su coche para cargar combustible cuando, a lo lejos, observaron a una mujer pelirroja con vestido rojo escotado que usaba unos tacones de piel altos. Su andar era lo único que se escuchaba. Las miradas de aquellos dos tipos se clavaron inmediatamente sobre ella y olvidaron lo que estaban haciendo en ese lugar. Sus "halagos" no se hicieron esperar y aquellos tipos la invitaron a subirse a su auto con el fin de invitarle a un trago en un bar cercano.
"Pero no tengo dinero", les respondió con una sonrisa cálida y amable. Los hombres se emocionaron con su respuesta e inmediatamente le propusieron que ellos pagarían todo y que además la llevarían de regreso a su casa. Le abrieron la puerta del pasajero y la cerraron cuando subió inmediatamente. Discutieron para ver quién se iría con ella y quién manejaría. A regañadientes, el dueño del auto tuvo que manejar, ya que su compañero pagaría por los tragos y él se iría con ella. Terminaron de cargar combustible y, tan rápido como pudo, pagó la gasolina, arrancó el auto y se alejaron de la gasolinera derrapando.
Ya en camino, el afortunado que iba acompañando a la misteriosa dama no perdió el tiempo y comenzó a acariciarle la pierna mientras le susurraba cosas al oído. En cambio, el que iba manejando solo veía por el retrovisor a su amigo que se divertía como nunca. La chica solo iba riéndose mientras le guiñaba el ojo al que manejaba.
"¿Y a dónde nos dirigimos?", preguntó el que manejaba tratando de disimular el enojo. "Usted solo maneje, hombre", entre risas le respondió su compañero. Pasados cinco minutos, la chica le retiró las manos de su pierna al joven y, poniéndose seria, les dijo: "Lo siento, pero yo aquí me bajo". Los dos jóvenes se miraron confusos. Volteó el que iba manejando y gritándole a la chica le dijo: "¡Oye, espera, yo aún no me divierto!". "Fin del camino", le respondió la chica mandándole un beso. "¡Cuidado!", le gritó su amigo, mientras señalaba hacia adelante. Cuando quiso voltear, fue demasiado tarde. El auto atravesó la valla de metal, saliéndose del camino y cayendo hasta el fondo de aquel acantilado de más de cincuenta metros de altura, terminando en una gran explosión que iluminó el área por unos instantes.
Al borde del acantilado se veía a una mujer pelirroja con vestido rojo escotado darse la vuelta y alejándose lentamente hasta perderse en la oscuridad de aquel camino.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Amor de madre

Sesión de ocultismo de Edgar Allan Poe

La mansión de la familia "Hanson"