Amor de madre

Carmen se mudaba de nuevo. A su madre le encantaba la restauración, así que su predilección por las casas antiguas empujaba a la familia a llevar una vida más bien nómada. Era la primera noche que dormían allí y, como siempre, su madre le había dejado una pequeña bombilla encendida a Carmen para espantar todos sus miedos. Cada vez que se cambiaban de casa le costaba conciliar el sueño.


La primera noche apenas durmió. El crujir de las ventanas y los ruidos de un parque cercano la despertaban continuamente. Pasaron tres días más hasta que empezó a acostumbrarse a los ruidos nocturnos. Una semana después, en una noche fría, un fuerte estruendo la sobresaltó. Había tormenta y la ventana se había abierto de par en par por el fuerte vendaval. Presionó el interruptor de la luz, pero no se encendió. El ruido volvió a sonar, esta vez, desde el otro extremo de la habitación. Se levantó corriendo y, con la palma de la mano extendida sobre la pared, empezó a caminar en busca de su madre. Estaba completamente a oscuras. Al dar unos pasos, su mano rozó contra algo. Lo palpó y se estremeció al momento: era un mechón de pelo. Atemorizada, un relámpago iluminó la estancia por unos segundos y vio a un niño de su misma estatura incado frente a ella. Carmen arrancó a correr por el pasillo gritando, hasta que se topó con su madre y, sujetándola de la pierna, señaló con una mano temblorosa el oscuro pasillo.


- ¿Tú también lo has visto? - le preguntó su madre, mientras cargaba a su hija en hombros.


Sin siquiera preparar el equipaje, salieron de la casa tan rápido como pudieron. Volvieron al amanecer y se encontraron con sus cosas regadas por toda la casa, en el espejo de la habitación de la niña un mechón de pelo colgaba de una de las esquinas y en la puerta había una palabra escrita, como con rasguños, que decía “NO ESCAPARÁS”.


Leonor y Carmen se mudaron de manera instantánea para dejar atrás aquella pesadilla. Un año después, Carmen había empezado a ir a un nuevo colegio y tenía nuevos amigos. Un día, la profesora de inglés le pidió a Carmen que fuera a la biblioteca por unos periódicos viejos para una actividad. Pero al llegar a la biblioteca y hurgar entre esa pila de periódicos, la niña ahogó un grito cuando, en una de las portadas, vio al mismo niño una vez más, bajo un titular: “Madre abandona a su hijo en un edificio en llamas”. Se quedó sin palabras al ver que esa mujer era su misma madre unos años más joven. Cuando terminaron las clases, Leonor fue a recoger a su hija pero Carmen le contó lo sucedido. Con gritos y pataleos, encaró a su madre y le preguntó por qué hizo tal cosa. Su madre se quedó sin palabras y la abrazó, cada vez empleaba más fuerza, lágrimas salían de la niña.


- Mamá, no puedo respi - con su último aliento solo pudo decir "ma".


Leonor se limpió las lágrimas, recostó a su hija en el asiento de atrás y manejó hasta un lago cercano. Dejó el carro en neutral.


- Tendré que comenzar de nuevo - se decía a sí misma mientras empujaba el auto hacia el lago.


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