Lagañas de perro


Les contaré una historia.
Esto me lo contó mi abuelita, dice que en su pueblo natal tienen la costumbre de poner demasiado en sus ofrendas, abarcan casi lo de una habitación entera, ella cuenta que había un señor el cual no creía en la llegada de los muertos, decía que era ridículo lo que hacían ya que solo malgastaban lo que colocaban en sus ofrendas y que los muertos jamás disfrutaban de esos alimentos, su familia lo le ponía atención y que ellos si creían que mientras eso pasara seguirían colocando sus ofrendas para sus difuntos.


En una noche el dijo que comprobaría que no es verdad, cuentan que los perros son los animales con mayor sensibilidad para ver cosas que nosotros no podemos y el señor decidió ponerse las lagañas de un perro, para poder ver lo que ellos ven. 

En esa noche comenzó a escuchar murmullos de gente en multitud, el penso que era su familia, cual fue su sorpresa que en realidad eran las personas difuntas, el solo se quedó viendo sin decir ni hacer nada, vio a una persona delante de todas ellas una anciana ella dijo 'bien hay que bendecir los alimento primero' hizo una plegaria bendijo los alimentos y posteriormente comenzaron a degustar todos los platillos que les habían dejado en la ofrenda, después de un tiempo y ya casi acabando de comer todo lo que había, hablo nuevamente la anciana,


-Es hora de irnos, tomen lo que sobre y dejen este hueso para el perro que nos está observando.
El se quedó admirado y a la vez confundido ya que era el único que se encontraba en el cuarto, pero en ese momento no hizo mucho caso, después de un rato los difuntos se fueron, el rápidamente fue a quitarse las chinguiñas que se había puesto del perro y cual va siendo su sorpresa que la ofrenda estaba intacta, aquella ofrenda que claramente vio como habían dejado vacía se encontraba toda la comida.


En la mañana al despertar les contó a su familia lo que había sucedido, lo que había visto y lo que habia echo para poder ver lo que sucedió durante la madrugada, a lo que su madre le contestó.
-idiota que hiciste, no debiste hacer eso.
A lo que todos intrigados preguntaron el porqué?.
Ella dijo que al hacer eso había dado su alma, que como había estado con ellos durante la noche también tendría que irse junto con ellos al medio día del 2 de noviembre, ya que es sabido que a las 12 es la hora en que nuestros difuntos parten nuevamente a descansar.


Y efectivamente ya casi al dar las 12 de medio día, el comenzó a sentir un fuerte escalofrío y le pido a su madre una cobija para taparse, e ir a descansar, al paso de unos minutos, su madre se dirijo hacia donde el estaba, ella ya sabía lo que sucedería pues al quererlo despertar ya lo encontró sin vida.
Esto sucedió en un pueblo de México, una de las tantas historias que tienen nuestros abuelitos y que nosotros mucha veces por no convivir con ellos nos las perdemos.


Espero le guste esta historia...

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